El arte es simbólico porque solo el símbolo con su poderosa capacidad de síntesis es capaz de sugerir, expresar y vehicular la realidad de lo sagrado, la realidad que ha generado todas las posibilidades de las artes plásticas, escultóricas y arquitectónicas. Los humanos  no hemos creado los símbolos, ellos existen en la propia naturaleza del hombre y del universo. Es el intermediario entre lo conocido y lo desconocido.

Por las imágenes y los símbolos, el hombre toma conciencia de su ser en el mundo, es decir, que por ellos esa conciencia se conforma y se hace posible el conocimiento. En ese sentido todo arte auténtico es simbólico y todo símbolo una expresión artística. El símbolo puede ser realmente transformador en la persona que lo contempla, permite entrar en resonancia con el universal por la similitud estructural que posee este espíritu que nos habita y el universo que nos rodea. Lo interesante del símbolo es que dejando de lado los accidentes de sus apariciones, siempre lleva al hombre a una experiencia íntima absolutamente milagrosa. Son cicatrices de luz, son huellas de unas aventuras prodigiosas de la iluminación. Lo que conocemos como símbolos son solo lo que queda una vez cumplida la hazaña asombrosa de encontrarse con lo indecible, lo inefable.